martes, 18 de diciembre de 2012

Imogen Cunningham

La Fundación Mapfre nos deleita con una exposición exclusiva de la fotógrafa estadounidense Imogen Cunningham que podremos visitar hasta el próximo día 20 de enero de 2013. A pesar de ser una pionera de la fotografía y del arte contemporáneo, no había gozado de una  muestra tan importante a nivel internacional desde principios de los noventa. Además, cuenta con fotos inéditas, fotos que nunca antes habían salido a la luz.


Cunningham (1883-1976) fue una adelantada a su tiempo, fue a contracorriente de lo que se suponía que estaba establecido a finales del siglo XIX, principios del XX. Decidió dedicarse plenamente a la fotografía. Realizó considerables viajes y traslados a lo largo de su dilatada vida, y cada uno de ellos influyó de una manera sustancial a su obra. Era una fotógrafa muy versátil, capaz de sacar a la superficie la belleza más profunda de las cosas más simple, fotografiaba todo cuanto tuviera a su alrededor.

Esta exposición es un reflejo de su personalidad y de sus siete décadas de trabajo. Está dividida en cuatro bloques claramente definidos.


Retratos.


Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río” es un conocida cita de Heráclito que podemos comparar con la idea de Cunningham a la hora de retratar. Le privaba encontrar eso que hace únicas a las personas y lo diferente que podemos ser en cada instante de nuestra vida. Su familia, amigos y hasta algunos artistas reconocidos de la época posaron para ella, creando así unas magníficas composiciones. Algunos de sus modelos fueron fotografiados en más de una ocasión, hasta con intervalos de décadas entre retrato y retrato. 

Frida Kahlo, 1931


Flores, paisajes, bodegones.

Además, a Imogen Cunningham le gustaba aprovechar todas las posibilidades que la luz natural proporciona, por eso y por su gran afición a la botánica surgió una amplia serie de imágenes de la naturaleza. 







Existe una característica curiosa en la fotografía de Cunningham, en algunos de sus bodegones aparecen muñecas o, simplemente, partes de ellas. Éstas las compró en el primer viaje que realizó a Europa, y dan un toque surrealista a su obra, que suele ser bastante fiel a la realidad.




Cuerpo y Danza.

Otra cuestión fundamental en su obra es el cuerpo humano, ya sabemos que fue una mujer de pensamiento moderno, y muestra de ello son sus numerosas fotos de desnudos. Pero no sólo le interesaba en desnudo en sí, sino la anatomia humana y el funcionamiento del cuerpo. Si juntamos esto con que su marido impartía clases de danza, nos da como resultado un exquisito trabajo retratando bailarines. Gracias a la calidad de sus fotos consiguió un trabajo como colaboradora en Vanity Fair.







Vida y arquitectura urbana.

A mediados de los años 40 se hizo con una cámara Rolleiflex, que pasará a ser su compañera por las calles buscando instantáneas en cada rincón. Comenzará a desarrollar otra rama artística más para su historial y a crear un estilo documentalista.




Todo esto comenzó mucho tiempo atrás, cuando una joven Imogen Cunningham se inició en el positivado de sus fotografías en una habitación que su padre transformó en un cuarto oscuro. Más tarde, consiguió configurar su propio estilo gracias a las inquietudes que nacieron en ella tras estudiar química. Así, comenzó a jugar con la fotografía y a crear obras  extraordinarias a pesar de que, hoy en día, todavía no ha sido reconocida como la gran fotógrafa que fue.

Personalmente, les sugiero que intenten buscar un hueco para ver esta exposición. A mi me trasladó al mundo de Cunningham por una tarde y ha hecho que me apasione aun más la fotografía.


Imogen Cunningham, 1947

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